LUCÍA O EL SENTIDO FINAL DE LA HISTORIA    DE LUC TARTAR

     
  “Se derrama a lo largo de mí, hilos de agua salada y torrentes de lágrimas que revientan mis diques, una emoción desordenada que socava mis arrugas y me hace vieja en un instante, como si en él estuviera toda nuestra historia, Carl…” (Lucía)  
     
     
 

Lucía, la mañana de su boda, perdida en sus listas, en la carrera contra el reloj de los preparativos de la boda. Lucía que vacila, se inflama, se vuelve líquida delante de Carl, su novio, al que conoció en un Mac Donalds. Carl vino a darle un beso a las doce menos cuarto y no volverá a las doce y veinte. Desde entonces, Lucía no sabe dónde está ni en que estado se encuentra. No hay lista que le ponga orden a aquel tiempo reventado. Como Sísifo, reinicia sin cesar el trayecto que la llevó hasta aquel mediodía, a las doce y veinte… ¿Desde cuándo? Luc Tartar tiene su propia manera de hablar del terruño popular del norte de Francia. Sus personajes, como Lucía, atraviesan, sin red, las alturas de la vida y sus turbulencias, habitados por la emoción de una poderosa pulsión poética de la que el autor le da, al espectador, todas las claves. Lucía está sola, en el escenario, en un espacio habitado por el traje de novia transfigurado. Llevada por el torbellino del verbo familiar y al mismo tiempo lírico del autor le habla a Carl. Se entrega completamente. Momentos locos en los que la acción se precipita, violencia, humor llevado hasta lo burlesco en el juego con las listas que se escapan, se desenrollan, se acumulan y desvelan, poco a poco, las huellas de la sedimentación del tiempo…
Anne Petit

Lucía pierde el control de los hechos y a menudo de sí misma, es atropellada por sus emociones pero enfrenta la adversidad. Este personaje que se esfuerza en medio de una pesadilla me genera una gran ternura. Lucía lleva en sí mis personajes y todos mis temas predilectos: la vida, la muerte, la guerra, la memoria, es decir, las cicatrices que dejan los otros en nosotros, las fallas del espacio y las heridas del tiempo…
Escribo un teatro que no es ni realista ni psicológico. Es un teatro de la pesadilla, un teatro de la catástrofe, en el que el idioma es en ocasiones lapidario, en otras hemorrágico, idioma del sofoco e idioma del grito que mezcla réplicas breves, como cuchilladas con los parlamentos en los que el dolor revienta.

Luc Tartar


 
     
     
 
 
 
 
 
 
 
 
     
     
     
     
 
 
  © fotos S. Santini  
     
 

Acerca del “traje nube”, de esta “alma que tomó vuelo”, suspendida en pleno impulso : esta idea expresa la noción no de un estallido sino de una separación. Una separación violenta entre el alma y el cuerpo, entre el sueño de la felicidad y la realidad del drama. Drama al que Lucía se rehúsa y niega, busca entonces en el amor, en sí misma pero también en el rito. El rito del gesto, el rito de la memoria, el rito del preparativo. Ella busca, esculca, escarba… y cuando encuentra la funda en los escombros, es un cadáver lo que extirpa y allí, la unión que tiene con la nube, cobra sentido y las perturbaciones del suelo, las turbulencias de las que ella es a la vez la autora y el sujeto, muestran tanto su desesperación como su fuerza…”
Kays Rostom (notas sobre la escenografía)

“Es hora, entro en la sala, me siento en mi silla, el telón está arriba, la escenografía puesta, la actriz está en su lugar. Sentada en un taburete, inmóvil, como una planta en su matera. Se trata de Lucía, no de nuestra Lucía mundialmente conocida, muerta hace miles de años. Es Lucía, simplemente, allí, con su vestidito rojo. El rojo del amor, el rojo de la sangre, el rojo de la muerte. Nos da la espalda, desarmada, al desnudo. Lucía en la mañana de su boda, Lucía, que ha venido a contarnos su historia.
Una Lucía conmovedora, una Lucía feliz… Una Lucía enamorada que prepara su matrimonio, con listas que no terminan nunca… Algunas frases, algunas palabras lunáticas se enredan en su historia. ¿Será la locura que la habita? Sus frases, como suspendidas de un hilo, regresan a lo largo de la obra y poco a poco lo voy entendiendo todo. Su encuentro, su amor, su matrimonio y este final trágico.
Grandes rollos de papel y de telas extendidos en el suelo se convierten en listas de bodas, de compras, en el traje de novia. Encima del escenario una enorme nube domina y se va coloreando en tonos rojizos, azulados o simplemente blancos, de acuerdo con el estado de ánimo de nuestra Lucía.
Digo “nuestra Lucía” porque a medida que la obra transcurre uno se involucra con esa mujercita que le hace vivir su historia hasta las lágrimas. ¿Será que tiene la cabeza en las nubes? ¿Estará soñando? ¿Será esto el paraíso? No, el final revienta (¡shht!). Luc Tartar me encantó con su inquietante obra y con sus palabras familiares y al mismo tiempo, líricas.”

Una espectadora. (Alumna del conservatorio de Arte Dramático de Kremlin-Bicêtre en la periferia parisina)

Luc Tartar es escritor, actor, becario del Ministerio de la Cultura y del CNL Centro Nacional del Libro (Francia). Para el teatro ha escrito Les Arabes à Poitiers, La bonne franquette, Terres arables, Petites comédies de la vie, En voiture Simone, La dame blanche, Papa Alzheimer, Estafette-Adieu Bert (Leído en el Teatro Estudio de la Comédie Francaise en el marco de las “primeras líneas” marzo de 2006), Parti chercher pièces éditées aux Editions Lansman ainsi que Lucía o el sentido final de la historia. En diciembre de 2006 celebró diez años de estar vinculado al Teatro de Arras. Su primera novela , Le marteau d’Alfred, d’Alfred está publicado por la editorial de l’Amandier.

 
     
       
 
Dirección Anne Petit. Con : Talou Calvet. Escenografía : Kays Rostom, música : Ramón de Herrera, interpretada en la banda sonora con Jean-Pierre Bariglioli, en el saxofón. Vestuario: Evelyne Moisson-Bonnevie, construcción de la escenografía : Evelyne Moisson-Bonnevie y Kays Rostom. Iluminación : Anne Petit y Kays Rostom.
   
       
 
Ficha técnica disponible
   
       
     
 
Co-producción T.A.T.-Théart', ECAM Le Kremlin-Bicêtre, con la ayuda a la creación del Conseil Général du Val de Marne.
Estreno el 2 de febrero de 2006 en el ECAM Le Kremlin-Bicêtre y luego en el teatro de Arras (marzo de 2006).